MADRE NO HAY MÁS QUE UNA

Marisa Espina/ septiembre 19, 2019/ Psicología/ 0 comentarios

 

“Un pequeño homenaje a todas las madres

El primer domingo del mes de mayo se celebra el Día de Madre como reconocimiento  a esa figura tan importante y especial para nosotros.

Ser madre no es fácil, es una tarea compleja que depende de la capacidad de la mujer para sostener amorosamente a su hijo. Generalmente esta tarea no la hace sola, suele contar con el apoyo del padre y de su círculo familiar más cercano. Por suerte, cada vez son más los padres  que se involucran y comparten de igual manera la responsabilidad y los cuidados de los hijos.

El amor de una madre hacia su hijo es un lazo incondicional, que empieza a originarse durante el embarazo, antes del nacimiento y que continuará a lo largo de la vida. La mujer se constituye psicológicamente en madre cuando nace su bebé y tiene un papel decisivo en el proceso de crianza de su hijo. Para sobrevivir el bebé necesita que su madre (adulto) le cuide y le mime, le “mire y sea su espejo”, le proteja y se adapte a sus necesidades. La madre (los padres) es/son un refugio afectivo para los hijos.

Cuando una mujer se convierte en madre puede preguntarse si será o habrá sido una buena madre, se produce un intercambio de papeles, pasa de ser “hija” a ser “madre”    e indaga, se interesa y se cuestiona por la relación que tuvo con su propia madre. Toda mujer llega a la maternidad con la experiencia de haber sido hija y de haber recibido una serie de valores y una educación que intentará transmitir a sus hijos. A partir de este momento es cuando se comprenden ciertas actitudes y comportamientos que su madre tuvo con ella y que antes nunca había entendido. Puede volverse más comprensiva con la “educación” que recibió de sus padres o por el contrario, más crítica.  A veces incluso piensa: ¡Soy igual que mi madre! cuando se ve a sí misma haciendo tareas o repitiendo gestos, palabras y frases de su propia madre.

Cuando se pregunta a las personas que se sienten contentos y satisfechos con su vida sobre sus madres generalmente consideran que fueron escuchados en sus “problemas” por ellas, recuerdan sus palabras de consuelo ante los contratiempos, el afecto, la ternura, el amor y la entrega que les dieron y los valores que les transmitieron. Están agradecidos porque sintieron que “su madre” siempre estaba allí para echarles una mano cuando la necesitaban. En la vida adulta sabemos que como todas las personas también las madres tienen sus defectos y limitaciones. La reconocemos como un ser humano con sus virtudes y sus carencias y ello nos permite tener una imagen más realista y más cercana a nosotros mismos.

Los recuerdos que todos tenemos de nuestra madre son diferentes según las diferentes edades. Aunque sabemos que madre sólo hay una, ha sido una madre diferente en la infancia, en la adolescencia y en la edad adulta. En la infancia, para los ojos de los niños la madre tiene una imagen “ideal”, poderosa y superior, es “la más guapa, la más simpática, la más…”. En cambio, en la adolescencia la madre tiene defectos, es la que  raya, la que impone límites, la “imperfecta”. Y la madre de la vida adulta es más cercana y consejera.

Para finalizar paremos un momento y pensemos en una palabra que definiría nuestra madre… ÚNICA.

Para todas las madres: GRACIAS.

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