LA DEPRESIÓN EN LA ADOLESCENCIA

Marisa Espina/ noviembre 7, 2017/ Niños y adolescentes/ 0 comentarios

LA DEPRESIÓN EN LA ADOLESCENCIA

La adolescencia es un período crítico para comprender la naturaleza y curso de los trastornos y síntomas depresivos. La adolescencia temprana está asociada a un aumento significativo del humor depresivo y a un incremento en la prevalencia de la depresión. Incluso se postula que individuos que manifiestan síntomas de depresión en la adolescencia tienen gran riesgo de presentar problemas depresivos en la edad adulta.

La depresión es considerada como un trastorno multifactorial que afecta a las emociones, los pensamientos, el sentido del yo, las conductas, las relaciones interpersonales, la salud física, los procesos biológicos, la productividad laboral y la satisfacción vital en las personas. La depresión en la adolescencia está asociada a problemas escolares (bajo rendimiento académico, repetición de un curso, fracaso académico o abandono de los estudios), embarazos no deseados, problemas de salud, abuso de alcohol y drogas, consumo de tabaco, violencia de género, relaciones problemáticas con los compañeros/amigos y con la familia, así como con otros trastornos de ansiedad, trastornos de la conducta alimentaria y conductas disruptivas.

Se han propuesto diferentes variables para explicar el desarrollo y la etiología de la depresión, factores de riesgo como sucesos vitales negativos, influencias genéticas predisponentes, ambiente familiar inadecuado, rasgos de personalidad determinados, adversidades ambientales, problemas emocionales y conductuales, factores cognitivos, conductas interpersonales y factores biológicos.

Síntomas y criterios diagnósticos

El diagnóstico de la depresión como un trastorno se realiza en relación a la presencia, duración y severidad de una serie de síntomas, utilizando dos sistemas de clasificación como el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DMS–V, APA, 2013) y la Clasificación Internacional de las Enfermedades Mentales (CIE-10, OMS, 2003).

El trastorno depresivo se caracteriza por presentar un estado de ánimo depresivo la mayor parte del día (en los niños y adolescentes el estado de ánimo puede ser irritable),  por una disminución acusada del interés hacia actividades que suponían placer a la persona, pérdida o aumento de peso importante (en niños hay que valorar el fracaso en lograr los aumentos de peso esperables), alteraciones del sueño (insomnio o hipersomnia), agitación o enlentecimiento motor, fatiga o pérdida de energía, sentimientos de inutilidad o de culpa excesivos, dificultades para concentrarse, pensamientos recurrentes de muerte o ideación suicida.

Los trastornos depresivos pueden ser diagnosticados con los mismos síntomas en la infancia y en la adolescencia que en la vida adulta, pero existiendo algunas diferencias. Estas distinciones son estado de ánimo irritable en la infancia y adolescencia a diferencia de sólo ánimo depresivo en los adultos, el fracaso en lograr los aumentos de peso esperables y la menor duración. Además, exigen que los síntomas no sean debidos a la presencia de un duelo, a la ingesta de sustancias (por ejemplo, drogas) o enfermedades médicas (por ejemplo, hipotiroidismo) (DSM-V y CIE-10).

Pueden existir diferencias en la expresión de los síntomas depresivos debido a cambios cognitivos, sociales, emocionales y biológicos que suceden en la niñez y en la adolescencia.

Por ejemplo, los niños pequeños suelen tener con más frecuencia síntomas somáticos. Otros síntomas como la anhedonia y el retraso psicomotor son más frecuentes en la transición de la infancia a la adolescencia, la hipersomnia o la reducción del apetito (para las chicas) aumenta durante la adolescencia y el riesgo máximo de suicidio aparece a mitad de la adolescencia  (chicas) y al final de la misma (chicos).

Epidemiología de la depresión en la adolescencia

La adolescencia es un período crítico para comprender el desarrollo del trastorno depresivo porque los estudios epidemiológicos señalan que los trastornos depresivos son más frecuentes en la adolescencia que en la niñez. Además, la mayoría de los individuos experimentan el primer episodio depresivo clínicamente significativo en la transición de la mitad al final de la adolescencia, entre los 15 y 18 años. En la adolescencia, la prevalencia de la depresión llega a alcanzar unos niveles similares a los obtenidos en la edad adulta, sugiriendo que la depresión en los adultos puede estar precedida por episodios depresivos en la adolescencia.

La prevalencia del trastorno depresivo en la infancia es baja alcanzado un porcentaje de hasta un 2%, mientras que en la adolescencia y juventud estos porcentajes aumentan estando entre el 4% y 14% entre los 15 y 18 años.  Por otra parte, las cifras son mayores cuando se evalúan los trastornos depresivos que no cumplen los requisitos diagnósticos (por ejemplo, presentar menos síntomas de los requeridos para el diagnóstico), alcanzando unas cifras de entre el 20% y el 50% de los adolescentes muestran síntomas depresivos subclínicos.

 Emergencia de las diferencias de género en la depresión

Los estudios epidemiológicos sugieren que durante la infancia apenas se han encontrado diferencias de género en la depresión. Pero en la transición puberal desde la adolescencia temprana a la adolescencia media (por ejemplo, entre los 12 y 15 años) es cuando emergen las diferencias de género, encontrándose que las chicas adolescentes muestran mayores niveles de síntomas depresivos y de trastornos depresivos en comparación con los chicos adolescentes.

En la infancia apenas hay evidencia de diferencias de género en los trastornos depresivos e incluso los niños tienen puntuaciones más altas que las niñas, aunque esta diferencia es pequeña. Sin embargo, en la transición hacia la adolescencia (entre los 12 – 15 años) las diferencias en cuanto al género empiezan a emerger mostrando las chicas mayores niveles tanto en síntomas depresivos como en trastornos depresivos. El período comprendido entre los 15 y 18 años es muy significativo porque el porcentaje de depresión en chicas adolescentes se incrementa (de 4% a 28%) hasta duplicar el ratio de prevalencia en comparación con los chicos (de 1% al 14%), alcanzando proporciones similares a las observadas en la población adulta (2:1 mujeres frente hombres).

Por tanto, entre la mitad y el final de la adolescencia es un período crítico por el aumento de la vulnerabilidad para el inicio de los trastornos depresivos especialmente para las chicas adolescentes. Los datos apuntan que las chicas adolescentes tienen mayor probabilidad de sufrir un trastorno depresivo en la  adolescencia y juventud.

Algunas pautas para padres

 En ocasiones, el estado de ánimo depresivo en los adolescentes puede pasar desapercibido y por ello, es importante diferenciar los síntomas depresivos de la crisis de la adolescencia. Es conveniente que los padres estén atentos y busquen ayuda profesional cuando observen en sus hijos e hijas:

  • Quejas somáticas frecuentes.
  • Disminución del rendimiento académico y dificultades de atención y concentración en las tareas.
  • Irritabilidad y reacciones de enfado repetidas y continuas, dificultad para controlar la agresividad.
  • Repliegue sobre sí mismo, con tendencia al aislamiento, deseo de estar solo y no querer quedar con los amigos.
  • Evitación actividades de ocio que antes les gustaban.
  • Comentarios sobre aburrimiento, fatiga. Apatía.
  • Expresión seria y malhumorada.
  • Sentimientos de soledad.
  • Creencias de que los demás los dejan de lado, sentimientos de no ser queridos y que defraudan a los demás y a sí mismos.

¿Qué pueden hacer los padres? 

  • Intentar que sus hijos o hijas se integren en la vida familiar haciéndoles sentirse importantes, valorando sus opiniones y teniéndolos en cuenta en la toma de decisiones.
  • Mantener un diálogo constante con sus hijos e hijas.
  • Observar sus rutinas alimentarias y sus hábitos de higiene.
  • Ayudarles en la organización de su tiempo de estudio y deberes escolares.
  • No recriminarles por estar deprimidos, no han elegido su estado, no les gusta sentirse así.
  • Escucharles y apoyarles emocionalmente, ser comprensivos.

 Algunos factores de protección:

  • La amistad: para los y las adolescentes tener buenos amigos es importante, sobre todo, amigos de calidad que les sirvan para apoyarse y contarse confidencias.
  • El sentirse valorados por sus compañeros e iguales. El papel que los y las adolescentes tienen en su grupo de compañeros e iguales es fundamental para sentirse integrados.
  • Tener una buena autoestima.
  • Mantener una buena comunicación familiar, entre padres e hijos y entre hermanos.

¿Es necesario un tratamiento psicoterapéutico?

Sí, es necesario un tratamiento psicoterapéutico porque la psicoterapia ofrece un tiempo y un lugar para que el adolescente pueda expresar cómo se siente, hablar de sus preocupaciones, de sus problemas, de sus pensamientos y emociones sin sentirse evaluado ni juzgado.  En la relación con el/la psicoterapeuta se crea un clima de confianza, en el que el adolescente siente escuchado y comprendido.  La psicoterapia se basa en la colaboración adolescente – psicoterapeuta.

 ¿Es necesario el tratamiento médico?

La recomendación de la utilización de medicación antidepresiva tiene que ser recetada y pautada por un psiquiatra. El psiquiatra es el profesional que valorará la conveniencia de la medicación, de una manera individual.

 

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