Los trastornos depresivos: cifras en aumento
Los trastornos depresivos
La depresión es un trastorno mental que supone altos costes personales, médicos y sociales, estimándose que afecta a unos 350 millones de personas en todo el mundo y que supone un deterioro importante en las tareas y responsabilidades diarias de la persona que lo sufre (Organización Mundial de la Salud – OMS, 2012). Según estimaciones de la OMS se espera que para el año 2020 la depresión suponga la segunda causa de discapacidad en el mundo (OMS, 2012).
La depresión es considerada como un trastorno multifactorial que afecta a las emociones, los pensamientos, el sentido del yo, las conductas, las relaciones interpersonales, la salud física, los procesos biológicos, la productividad laboral y la satisfacción vital en las personas.
Se han propuesto diferentes variables para explicar el desarrollo y la etiología de la depresión, factores de riesgo como sucesos vitales negativos, influencias genéticas predisponentes, ambiente familiar inadecuado, rasgos de personalidad determinados, adversidades ambientales, problemas emocionales y conductuales, factores cognitivos, conductas interpersonales y factores biológicos. La importancia de combinar todos los factores de riesgo y los procesos etiológicos en un modelo integrativo y coherente ha dado como resultado una visión más pormenorizada de los trastornos depresivos.
¿La tristeza es lo mismo que depresión?
La tristeza es un sentimiento habitual que aparece cuando se sufre la pérdida de un ser querido, algo deseado o una gran frustración. Durante unos días perturba la vida cotidiana, pero la persona es capaz de continuar con su trabajo y relacionarse con sus familiares y amigos. Está triste y, a veces, llora cuando recuerda al ser querido perdido. Experimentar tristeza, ganas de llorar, desgana o falta de interés en actividades con las que antes se disfrutaba forma parte de la vida cuando se pierde a un ser querido, se sufre una gran frustración o disgusto.
La tristeza no es lo mismo que depresión. Cuando se muere un ser querido se experimenta una gran tristeza y dolor y es normal estar triste durante un cierto período de tiempo, tiempo necesario para la elaboración psicológica de dicha pérdida que se llama “duelo”. Se puede tener la sensación de no poder vivir sin esa persona. Lo normal es que con el transcurso del tiempo, la tristeza vaya desapareciendo y la persona se adapte a vivir con la ausencia del ser querido. Sin embargo, puede ocurrir que la reacción ante la pérdida sea muy intensa y la persona deja de trabajar, de dormir, de comer y de salir a la calle, es decir, paraliza su vida. En otras ocasiones, la tristeza inicial es normal pero transcurrido un tiempo, la persona continúa estando triste. El tiempo no ha disminuido el sentimiento de tristeza sino que, incluso, ha empeorado. En estos casos, se hablaría de duelo patológico, de depresión.
Los trastornos depresivos: criterios diagnósticos
El diagnóstico de depresión como trastorno del estado de ánimo se realiza en relación con la presencia, duración y severidad de una serie de síntomas, utilizando dos sistemas de clasificación como el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DMS–V, APA, 2013) y la Clasificación Internacional de las Enfermedades Mentales (CIE-10, OMS, 2003).
La depresión supone un gran malestar para la persona que lo sufre. Las personas depresivas tienden al aislamiento, a dejar de disfrutar de cosas que antes les gustaban, a tener dificultades en el desempeño de su trabajo, presentan apatía, falta de vitalidad y desmotivación por la vida.
La persona depresiva presenta una queja monótona, se queja de falta de valor y de ser incapaz de hacer lo que otros hacen. Alega que la vida no tiene sentido y se siente desanimada. Desea la soledad y a veces, vivencia la presencia de personas cercanas como inoportuna y molesta porque implica tener que relacionarse con ellas. Siente vergüenza de su estado de incapacidad, de ahí que tienda a encerrarse.
A la persona depresiva le falta vitalidad, no tiene interés en la vida, sufre terriblemente, se siente fracasada y aburrida, con una gran sensación de vacío.
Es importante tener en cuenta que la depresión tiene efectos en las relaciones interpersonales. Por lo general, los deprimidos son deprimentes y cansinos para las personas de su entorno cercano, nada les anima, nadie les alienta ni conforta.
Es conveniente que las personas de su círculo más cercano no les recriminen por estar deprimidos, no han elegido su estado, no les gusta sentirse así.
El trastorno depresivo se manifiesta por síntomas afectivos, somáticos, conductuales y cognitivos:
- Síntomas afectivos
- Gran tristeza, bajo estado de ánimo, desesperanza, pesimismo intenso. Sentimiento de vacío, pérdida de ilusión.
- Anhedonia: imposibilidad de experimentar placer en actividades en las que antes la persona era capaz de disfrutar.
- Ansiedad: la persona siente un miedo intenso e injustificado.
- Sentimientos de inutilidad o de culpa excesivos.
- Síntomas somáticos
- Alteraciones del ritmo del sueño: dificultades de conciliar el sueño, sueño fraccionado, despertar temprano. A veces ocurre al contrario, un exceso de sueño (hipersomnia).
- Pérdida de apetito o tendencia a comer demasiado y ansiosamente.
- Aprensión excesiva a tener enfermedades físicas graves o exageración de los síntomas corporales cuando se tienen enfermedades.
- Dolores de cabeza, cansancio, mareos, astenia, tensiones musculares.
- Agitación o enlentecimiento motor.
- Falta o pérdida de energía.
- Síntomas cognitivos o de pensamiento
- Pérdida de confianza en sí mismo.
- Sentimientos de minusvalía e inferiorioridad.
- Dificultades para atender y concentrarse, la persona tiene la impresión de que su memoria ha disminuido.
- Tendencia para ver lo malo de sí mismo y dificultad para apreciar las cosas buenas.
- Desinterés y desgana por casi todo.
- Lentitud en el pensamiento, el habla, las reacciones, etc.
- Pérdida de la seguridad en sí mismo.
- Pensamientos recurrentes de muerte o ideación suicida, pasando, a veces, por desgracia a la acción.
- Síntomas conductuales
- Inhibición, apatía.
- Tendencia al aislamiento social.
- Fatiga o pérdida de energía.
- Disminución del rendimiento en el trabajo.
- Abandono de actividades habituales de la vida diaria de la persona.
Las personas depresivas no presentan todos estos síntomas mencionados. El diagnóstico del trastorno depresivo requiere la presencia de varios de los síntomas, una duración mínima de los mismos y afectación en la vida diaria de la persona. Los trastornos depresivos pueden ser leves, moderados y graves. Además, se exige que los síntomas no sean debidos a la presencia de un duelo, a la ingesta de sustancias (p.e., drogas) o enfermedades médicas (p.e., hipotiroidismo). Estos síntomas interfieren significativamente en el funcionamiento diario de la persona y causan dolor no sólo a quien padece depresión, sino también a su familia y amigos.
Epidemiología de la depresión
La prevalencia del trastorno depresivo mayor en la población general oscila entre el 3 y 5% según la OMS. Se estima que una de cada cinco personas sufrirá algún episodio depresivo a lo largo de su vida.
En España, el trastorno depresivo mayor es el trastorno mental más prevalente con una cifra del 3.9% (Cano-Vindel, 2011) y se observa una tendencia creciente a aumentar el porcentaje.
Los datos epidemiológicos indican que los trastornos depresivos suelen interferir en las actividades diarias de las personas, requiriendo incluso períodos de hospitalización y con alta probabilidad de sufrir factores de riesgo asociados como enfermedades físicas, otros trastornos mentales, abuso de alcohol y de sustancias.
Diferencias de género en la depresión
Las diferencias de género en la depresión es uno de los hallazgos más consistentes en la investigación sobre este trastorno. Se estima que en la vida adulta, aproximadamente el ratio de depresión en mujeres es de 2:1 con respecto a los hombres.
¿Tratamiento médico o psicoterapéutico?
El tiempo no mitiga la depresión, a veces, incluso empeora y la persona no puede superarla por sí misma. En los casos graves, incapacita a la persona de hacer una vida normal. Por eso, es importante que la persona y su familia acudan al médico de familia o al especialista en psiquiatría en cuanto los síntomas aparezcan. La persona deprimida no es capaz de tomar decisiones de motu propio.
La combinación de medicación y psicoterapia es fundamental en el tratamiento de la depresión. La recomendación de medicación farmacológica tiene que ser recetada y pautada por un psiquiatra. El psiquiatra es el profesional quien valorará la conveniencia de la medicación, de una manera individual. La aplicación de psicofármacos mejora los síntomas.
La psicoterapia ofrece un tiempo y un lugar para que la persona pueda expresar cómo se siente, hablar de sus preocupaciones, de sus problemas, de sus pensamientos, de sus miedos, temores y emociones sin sentirse evaluada ni juzgada. En la relación con el/la psicoterapeuta se crea un clima de confianza, en el que la persona siente escuchada y comprendida. La escucha y poder poner palabras a cómo se siente son fundamentales en el tratamiento de la depresión.
En el transcurso de la psicoterapia, la persona depresiva puede percibir el interés del terapeuta, quien está atento para apreciar las variaciones en el ánimo y actitudes de su paciente, observando el tono de su voz, las expresiones de su rostro y la expresión de sus ideas. Gradualmente, la persona podrá poner palabras para expresar sus afectos, pensamientos y emociones que están debajo de la queja repetitiva.
No hay una solución rápida para el tratamiento de la depresión porque el riesgo a la recaída y reaparición de nuevos episodios de depresivos es frecuente. Es necesario tiempo, un tiempo para poner palabras y comprender el dolor, el sufrimiento y poder recuperar el interés por la vida.
Algunos factores de protección:
- Realizar actividades de ocio con las que la persona disfrute: ejercicio físico o deporte, ir al monte, asistir a actividades culturales, realizar manualidades, etc.
- Contar con una red de apoyo social: sentirse apreciado y estimado por familiares, amigos y compañeros. Por ejemplo, si se produce la pérdida de un ser querido, tener amigos con los que hablar y estar acompañados refuerza los vínculos de amistad, sabiendo que la persona perdida es insustituible.
- Tener una relación de pareja en la que exista confianza y respeto.
Riesgo de suicidio
En las depresiones, en los casos graves, el riesgo de suicidio es alto y es frecuente que exista una ideación suicida o un pasaje al acto, una acción suicida. Por ello, es sumamente importante abordar la ideación suicida desde los primeros momentos del tratamiento.
El suicidio supone un autocastigo, la persona no ve salida a su situación y el suicidio es la única manera que encuentra de acabar con el insoportable sufrimiento. La persona se siente culpable por algo y se autocastiga suicidándose. En algunos casos, tras la pérdida de un ser querido, la persona no puede superar dicha pérdida y el suicidio es el deseo de reencontrarse con esa persona.
Por desgracia, es muy difícil evitar el suicidio en aquellas personas que quieren hacerlo. Por ello, en el tratamiento es primordial estar atentos si aparece la ideación suicida.