El divorcio: crónica de un doloroso proceso
Aspectos emocionales del proceso de divorcio
Cuando una pareja decide separarse y no continuar con su vida en común supone un acontecimiento estresante y una pérdida para los dos miembros. Toda separación o divorcio es difícil, doloroso y genera angustia. Poco importa quién lo pide o por qué lo hace.
Una separación es un proceso en la que los miembros de la pareja tendrán que hacer un duelo por la pérdida de la persona y del vínculo amoroso. Es la pérdida por la ausencia de una persona que se ha querido y genera la sensación de que a uno le falta una parte de sí mismo. Implica superar distintos momentos, se experimentan diferentes sentimientos como dolor, culpa, tristeza, enojo, enfado, rechazo, negación, miedo y rabia. Se tiene la vivencia de vacío y de desamparo. Para elaborar el duelo habrá que pasar de la negación inicial a la aceptación de la pérdida.
Tras la separación cada miembro de la pareja tendrá que adaptarse a los diferentes cambios que se van a dar en sus vidas y dependerá de las características personales de cada uno, de su capacidad para adaptarse a la nueva situación, de su forma de ser y de sus rasgos de personalidad, de sus experiencias previas,… para que el final sea más o menos satisfactorio, más o menos doloroso.
Cada persona vive el duelo de una manera particular, ya que las vivencias son diferentes y los motivos de la separación también y varían en cada caso.
La separación no es algo que ocurre de un día para otro, es algo que se ha venido pensando durante largo tiempo, tras vivir diversas experiencias más o menos negativas. No finaliza con el paso de unos días, requiere tiempo para su resolución y deja diversas consecuencias para las personas que lo viven.
Los efectos de la separación o divorcio son diferentes para cada uno de los miembros de la pareja y de los hijos (si los hay). Es difícil determinar de antemano qué consecuencias tendrá porque hay numerosos aspectos en juego como la edad de cada una de las personas implicadas, el papel que juega en la familia, la personalidad de cada uno, sus recursos personales, la calidad de la relación…
En la separación se pierde la rutina y la seguridad que ambos miembros de la pareja tenían en su vida. Supone un suceso estresante para las personas involucradas, independiente de que sea la solución más conveniente y a veces la única posible. Los dos miembros de la pareja tendrán que elaborar la pérdida del vínculo o relación, pero sabiendo que continúan siendo padres de unos hijos (si los hay). Ambos padres tienen que tener claro que se separan como pareja, no como padres, ya que sus hijos siempre estarán ahí. Por eso, es importante terminar la separación o divorcio de la mejor manera posible, para preservar el respeto entre los padres y así, puedan tener una continuidad en su función parental con los hijos.
Necesitarán tiempo para ir superando los momentos negativos e ir viendo al otro como alguien con quien ya no se comparte la vida, pero no es un enemigo. La separación y el divorcio producen una gran sensación de fracaso. Al inicio del proceso, puede existir una sensación de haber tomado la decisión correcta, de haber solucionado el problema. Sin embargo, más tarde suele aparecer la duda, la sensación de haber fallado, la culpa.
La separación supone la ruptura de un equilibrio, conlleva sufrimiento y los cónyuges lo viven de forma diferente. Mientras que para uno puede ser un paso hacia adelante, para el otro puede ser un paso a atrás o un quedarse en un vacío.
Si la pareja tiene hijos, éstos también sentirán mucho dolor y sufrimiento por los cambios que siguen a la separación. Para ellos supone un acontecimiento estresante, ya que implica la adaptación a una nueva situación que no han elegido.
Tras la separación puede aparecer el miedo y temor hacia el futuro, de si uno va a volver a confiar en otra persona. Puede pasar mucho tiempo, antes de que la persona vuelva a tener una nueva relación de pareja, ya que suelen sentirse inseguros de sí mismos y con el temor de que pueda darse una nueva ruptura.
En un divorcio o separación no existen ganadores.
Etapas de la separación y divorcio
En la primera fase de pre-separación hay insatisfacción con el vínculo y la relación de pareja. Es un “divorcio emocional”, en el que los cónyuges, ambos o uno de ellos, sienten que sus expectativas como pareja no se han cumplido y caen en la desilusión, el desafecto o la desesperanza. Generalmente, uno de los miembros o los dos suelen pensar y plantearse la posibilidad de la separación como final de su vida en común insatisfactoria. Cuando la pareja toma la decisión de separarse, hace tiempo que se encuentran distanciados emocionalmente. Por lo general, la pareja ha tenido conflictos, discusiones, falta de comunicación, etc., que ha generado distanciamiento y frialdad emocional entre ellos aunque aún convivan juntos en la misma casa.
En la fase del divorcio, la pareja empieza a tomar acuerdos ante la nueva situación como consultar con abogados, separarse físicamente, considerar dónde va a vivir cada uno de los cónyuges, cómo van a repartir el dinero (acuerdos económicos), cómo va a ser la custodia de los hijos (si los hay), cómo transmitir la separación a los familiares y amigos. Inician un nuevo estilo de vida y una rutina diaria. Es una fase en que los miembros de la pareja sienten mucha confusión, enfado, tristeza, soledad. Ocurre el divorcio legal
En la fase de post-divorcio, cada uno de los ex cónyuges intenta reorganizar su vida como separado. Inician su reestructuración personal, recuperan la autoestima y la confianza en sí mismos. Buscan nuevas amistades y empiezan a disfrutar de su independencia y autonomía. Pueden plantearse encontrar una nueva persona. Comienzan a encontrarse a gusto con su estilo de vida.
Divorcio interminable
En términos generales, el proceso de divorcio finaliza cuando transcurrido un cierto tiempo cada ex cónyuge puede elaborar y asumir la pérdida de la relación y del vínculo, logrando una separación emocional y conservando la función parental, si hay hijos.
Sin embargo, en ocasiones las personas entablan juicios contenciosos, son los divorcios “interminables”, en las que los ex cónyuges son incapaces de llevar este proceso de una manera ajustada. Los sentimientos que priman son el resentimiento, el rencor, los deseos de venganza, es decir, una manera de continuar unidos, sin poder pasar a otra etapa en su vida. No cesan en su afán de destruirse mutuamente.
Todos los divorcios son difíciles, pero hay que evitar que se conviertan en divorcios destructivos como en la película “La guerra de los Rose”, donde la agresividad y la violencia del uno contra el otro tiene nefastas consecuencias.
Si no superan la rabia, el resentimiento y el rencor iniciales y mantienen un alto nivel de conflictividad, no podrán organizarse para hacer frente a las tareas diarias individuales y familiares que requiere el cuidado de los hijos. Los ex cónyuges están centrados en hacerse daño mutuamente, una manera de continuar en contacto, aunque sea dañino para ambos miembros.
Las víctimas son los hijos, que son las monedas de cambio y que son utilizados para atacar al otro miembro de la pareja.
Por eso, la psicoterapia puede ser una ayuda para modificar esta situación vincular perniciosa que, en ocasiones, se presenta aparentemente sin conclusión. La psicoterapia puede crear las condiciones para que ambos miembros de la expareja puedan iniciar un proceso de reflexión. Que, poco a poco, vayan disminuyendo las acusaciones y los reproches, aclarando y asumiendo los distintos aspectos que cada uno jugó en la relación.
¿Cómo afecta la separación y el divorcio?
El divorcio afecta todas las áreas de la vida de la persona:
A nivel personal, tras el divorcio la persona puede sentirse fracasada y culpable por no haber mantenido una buena relación o no haber evitado el divorcio.
La persona suele sentir una gran tristeza y pena por la finalización de la relación y por la incertidumbre e inseguridad que implica el divorcio, la pérdida de la rutina diaria, de los planes de futuro, etc. Suelen aparecer alteraciones del sueño, sensación de intranquilidad, apatía, pérdida o aumento del apetito, crisis de ansiedad y llanto.
También puede existir enfado y rabia con uno mismo y con su expareja. Se tiende a culpar al otro de la ruptura y del daño causado a la familia (si hay hijos). Existen sentimientos intensos de culpa, deseos de venganza, temor y preocupación respecto al futuro, inseguridad sobre la posibilidad o no de reconstruir la vida, sentimientos de fracaso por no haber podido evitar la ruptura o «salvar» la pareja, miedo a la soledad y a tomar decisiones equivocadas, remordimiento por el dolor causado a otras personas (hijos, etc.).
Cuando se tienen hijos pueden aparecer problemas en la disciplina y educación de los hijos porque era algo que se hacía entre dos. Cada uno por separado tiene que hacerse cargo de la educación de los hijos, de su disciplina,… que es más difícil de asumir en soledad. Además, los hijos pueden manipular a sus padres y éstos pueden temer que sus hijos no quieran estar con ellos. A veces, tienen que aceptar las decisiones de su expareja sobre los hijos con las que no están de acuerdo pero no tienen más remedio que asumirlas. El divorcio supone la finalización de la relación como pareja, pero no con los hijos, ya que ambos padres tienen que tener contacto para tomar decisiones conjuntas relacionadas con los hijos.
En el aspecto económico, el divorcio implica cambios económicos importantes, ya que el nivel de ingresos se modifica. Cada miembro de la expareja tendrá que asumir una serie de gastos propios del mantenimiento de la casa, comida, hijos, etc. Si uno de los miembros no trabajaba, quizás tenga que ponerse a trabajar. Para ambos miembros de la expareja suele suponer una disminución de los ingresos y del poder adquisitivo que, a veces, puede no ser suficiente para cubrir todos los gastos. Por esto, tendrán que privarse de muchas cosas que antes tenían.
A nivel familiar, el divorcio también afecta a la familia cercana. En ocasiones, los miembros de la familia política pueden estar enfadados manteniendo una relación distante o cortando el contacto.
Con respecto a los amigos comunes a la pareja, la relación cambia porque prefieren o toman partido por el otro cónyuge. Puede ocurrir que uno de los ex cónyuges deja de participar en las actividades que el grupo de amigos realiza y se distancia.Se hacen nuevas amistades que se incorporan a la vida personal de cada uno. En ocasiones, cada uno de los ex cónyuges empieza a salir más a menudo para “recuperar el tiempo”.
A nivel laboral, la situación de tensión emocional que viven los miembros de la expareja puede afectar al desempeño del trabajo y a la motivación. Pueden tener dificultades para la concentración o para la toma de decisiones. Si la persona está muy irritada o enfadada, tiene los nervios a flor de piel pueden aparecer conflictos en la relación con los compañeros de trabajo, ya que salta por la menor cuestión.
En el día a día, las consecuencias serán distintas para cada uno. Si la mujer no trabajaba, tendrá que buscar trabajo. Al incorporarse al mundo laboral tendrá menos tiempo para las tareas domésticas y para ocuparse de los hijos. Por otro lado, si el hombre no se ocupaba de las tareas domésticas tendrá que empezar a hacerlas: la compra, la limpieza de la casa, etc. Tareas que le supondrán tiempo y que tendrá que quitarse de otras cosas, pudiendo generar estrés.
¿Qué puedes hacer?
La separación es una situación difícil, dolorosa y genera mucha tensión. Es importante que la persona no se exija ni se critique en exceso. Nadie es perfecto, todos tenemos fallos.
Al principio, no es conveniente hacer grandes cambios, es importante darse tiempo e ir decidiendo despacio, sin prisas qué cambios son los más importantes y necesarios realizar en un primer momento.
Conviene buscar el apoyo de la familia y de los amigos para que acompañen y escuchen en estos momentos difíciles y les ayuden a mitigar el dolor y la soledad.
Tener actividades de ocio placenteras puede ayudar a distraerse y a relajarse en este proceso tan tenso y doloroso.
Una posible salida para elaborar la crisis y realizar el proceso de duelo, podría ser consultar con un psicólogo. Este profesional ayudará a que la persona se sienta acompañado, a que reflexione y encuentre distintas posibilidades para afrontar este nuevo momento.
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